Trip from hell...
Salimos de San Ber a las 13.15hs dispuestos a pasar no más de 5 horas en el micro... Mi mamá estaba avisada de que debÃa ir a buscarme a Retiro entre las 17.30hs y 18hs (cosa que obviamente hizo). Subimos al micro y nos sentamos en nuestros asientos, yo adelante (del lado del pasillo, o sea, ni siquera ventana) y atrás (en la última fila de asientos) Sergio (el novio de mi amiga) y Maru ‘la gorda’ (mi amiga). Dos minutos después cuando todavÃa el micro no habÃa siquiera arrancado, empezaron los problemas: el aire acondicionado justo arriba de Sergio goteaba... HabÃa asientos libres asà que se corrieron uno hacia la derecha y todo pareció estar resuelto. Poco después el chico que debÃa sentarse al lado mÃo le cambió su asiento a un señor mayor (por no decir viejo) que, como decirlo? OlÃa (por no decir apestaba, hedÃa, tenÃa un olor a chivo que te mareaba). Cuestión que no podÃa girarme hacia la izquierda porque hubiera muerto en el intento, y no jodo.
Comenzó el viaje. Leyendo, hablando, tomando mate y comiendo uno no se da demasiada cuenta de lo que pasa alrededor, aunque al rato notamos que el micro iba a una inusual lenta velocidad. ‘Es por el recambio’ se oÃa decir... ‘Seguro que hubo un choque más adelante’ El asunto se tornó grave cuando hacia las 17hs de la tarde nos enteramos que todavÃa no habÃamos recorrido ni 50 km y ni habÃamos llegado al primer peaje que te lleva a la ruta... Yo estaba afligida: mi mamá ya debÃa haber salido de mi casa para ir a buscarme, y viendo la sucesión de hechos dramáticos bien podÃa yo suponer que no iba a llegar a casa hasta antes de las 22hs... Pobre mi vieja!! Cuánto iba a gastar de estacionamiento en Retiro?? Posta, eso me preocupaba sobremanera, aademás del hecho de que se preocuparÃa y enseguida pondrÃa hasta al FBI a trabajar en ‘mi’ caso. Preocupaciones aparte, yo temÃa por mi vida, digo temÃa morir asfixiada por los olores que emanaban de mi compañero de asiento (a estas alturas el micro sà estaba lleno, porque mientras no avanzábamos un micro adelante nuestro y por desgracia de la misma empresa se rompió y sus pasajeros subieron al nuestro y viajaron... parados!!!) Habráse visto! Ni para ir al baño se podÃa parar uno, habÃa que sortear toda clase de obstáculos para recorrer el pequeño pasillo: bebés gateando, bolsos en el piso, sombrillas y reposeras... Bizarro...
Entre una cosa y otra se hicieron las 21hs y todavÃa ni rastros de Retiro... Una hora después, finalmente, llegamos. Obviamente mi mamá no estaba. Llamo a mi casa sólo para recibir sus gritos desesperados, sus comentarios incrédulos frente a lo que le cuento y la temida confesión: habÃa llamado a media ciudad confirmando el horario de salida del micro, a la empresa, a Retiro y sabe Dios a quién más... Le dije que se quedara tranquila que Ãbamos a tomar un remÃs a casa y que en poco más de media hora iba a estar de vuelta. TodavÃa faltaba lo peor.
Salimos a tomar un taxi, cargados de bolsos, bolsas y cajas varias. Llega uno, manejado por un señor africano (parece que la onda ‘Mukenio’ se puso de moda) ‘morocho’ como le decÃa Sergio. Nos disponemos a abrir el baúl y guardar nuestras pertenencias allà cuando el ‘cuidador’ (¿?) nos dice: ---‘No, pibe, ese no carga. Carga el de atrás’
-‘¿Cómo ‘no carga’?’
-‘No, no esperó su turno. Subite al de atrás’ (n. de la posteadora: ‘el de atrás’ como le decÃa él era manejado por un gordo pelilargo que venÃa tomando una latita de no sé qué y que tenÃa mil cachivaches en el espejo. No way nos subÃamos a ese auto)
-‘Yo me subo al que quiero. Quiero que me lleve el morocho’
En este momento el gordo envalentonado por la bebida o por su gran masa corporal se baja del taxi y viene a patotear (latita en mano) al morocho brazuca. Nosotras sentadas en el asiento de atrás ni nos movÃamos del cagazo. TÃpico momento donde uno se pregunta ‘Qué más nos podrÃa pasar?’ Ni lerdo ni perezoso el taxista arrancó dejando atrás al gordo vociferando insultos y palabras soeces.
Ya era bien de noche en Capital Federal. Pasamos por la puerta de mi trabajo, agarramos Córdoba derecho y llegamos a mi casa en media hora. Ese fue el fin de un dÃa agitado. Y un memorable regreso de vacaciones. Las primeras con amigas...
Salimos de San Ber a las 13.15hs dispuestos a pasar no más de 5 horas en el micro... Mi mamá estaba avisada de que debÃa ir a buscarme a Retiro entre las 17.30hs y 18hs (cosa que obviamente hizo). Subimos al micro y nos sentamos en nuestros asientos, yo adelante (del lado del pasillo, o sea, ni siquera ventana) y atrás (en la última fila de asientos) Sergio (el novio de mi amiga) y Maru ‘la gorda’ (mi amiga). Dos minutos después cuando todavÃa el micro no habÃa siquiera arrancado, empezaron los problemas: el aire acondicionado justo arriba de Sergio goteaba... HabÃa asientos libres asà que se corrieron uno hacia la derecha y todo pareció estar resuelto. Poco después el chico que debÃa sentarse al lado mÃo le cambió su asiento a un señor mayor (por no decir viejo) que, como decirlo? OlÃa (por no decir apestaba, hedÃa, tenÃa un olor a chivo que te mareaba). Cuestión que no podÃa girarme hacia la izquierda porque hubiera muerto en el intento, y no jodo.
Comenzó el viaje. Leyendo, hablando, tomando mate y comiendo uno no se da demasiada cuenta de lo que pasa alrededor, aunque al rato notamos que el micro iba a una inusual lenta velocidad. ‘Es por el recambio’ se oÃa decir... ‘Seguro que hubo un choque más adelante’ El asunto se tornó grave cuando hacia las 17hs de la tarde nos enteramos que todavÃa no habÃamos recorrido ni 50 km y ni habÃamos llegado al primer peaje que te lleva a la ruta... Yo estaba afligida: mi mamá ya debÃa haber salido de mi casa para ir a buscarme, y viendo la sucesión de hechos dramáticos bien podÃa yo suponer que no iba a llegar a casa hasta antes de las 22hs... Pobre mi vieja!! Cuánto iba a gastar de estacionamiento en Retiro?? Posta, eso me preocupaba sobremanera, aademás del hecho de que se preocuparÃa y enseguida pondrÃa hasta al FBI a trabajar en ‘mi’ caso. Preocupaciones aparte, yo temÃa por mi vida, digo temÃa morir asfixiada por los olores que emanaban de mi compañero de asiento (a estas alturas el micro sà estaba lleno, porque mientras no avanzábamos un micro adelante nuestro y por desgracia de la misma empresa se rompió y sus pasajeros subieron al nuestro y viajaron... parados!!!) Habráse visto! Ni para ir al baño se podÃa parar uno, habÃa que sortear toda clase de obstáculos para recorrer el pequeño pasillo: bebés gateando, bolsos en el piso, sombrillas y reposeras... Bizarro...
Entre una cosa y otra se hicieron las 21hs y todavÃa ni rastros de Retiro... Una hora después, finalmente, llegamos. Obviamente mi mamá no estaba. Llamo a mi casa sólo para recibir sus gritos desesperados, sus comentarios incrédulos frente a lo que le cuento y la temida confesión: habÃa llamado a media ciudad confirmando el horario de salida del micro, a la empresa, a Retiro y sabe Dios a quién más... Le dije que se quedara tranquila que Ãbamos a tomar un remÃs a casa y que en poco más de media hora iba a estar de vuelta. TodavÃa faltaba lo peor.
Salimos a tomar un taxi, cargados de bolsos, bolsas y cajas varias. Llega uno, manejado por un señor africano (parece que la onda ‘Mukenio’ se puso de moda) ‘morocho’ como le decÃa Sergio. Nos disponemos a abrir el baúl y guardar nuestras pertenencias allà cuando el ‘cuidador’ (¿?) nos dice: ---‘No, pibe, ese no carga. Carga el de atrás’
-‘¿Cómo ‘no carga’?’
-‘No, no esperó su turno. Subite al de atrás’ (n. de la posteadora: ‘el de atrás’ como le decÃa él era manejado por un gordo pelilargo que venÃa tomando una latita de no sé qué y que tenÃa mil cachivaches en el espejo. No way nos subÃamos a ese auto)
-‘Yo me subo al que quiero. Quiero que me lleve el morocho’
En este momento el gordo envalentonado por la bebida o por su gran masa corporal se baja del taxi y viene a patotear (latita en mano) al morocho brazuca. Nosotras sentadas en el asiento de atrás ni nos movÃamos del cagazo. TÃpico momento donde uno se pregunta ‘Qué más nos podrÃa pasar?’ Ni lerdo ni perezoso el taxista arrancó dejando atrás al gordo vociferando insultos y palabras soeces.
Ya era bien de noche en Capital Federal. Pasamos por la puerta de mi trabajo, agarramos Córdoba derecho y llegamos a mi casa en media hora. Ese fue el fin de un dÃa agitado. Y un memorable regreso de vacaciones. Las primeras con amigas...